viernes, 25 de marzo de 2011

11 de marzo: víctimas con jornadas de ocho horas

Han pasado siete años desde uno de los mayores atentados vividos en Europa en tiempos de paz. La mañana del jueves 11 de marzo de 2004 se produjeron diez explosiones provocadas por otras tantas  mochilas cargadas con explosivo. Murieron 192 personas y 1857 resultaron heridas.

El número de víctimas es innumerable: fallecidos, familias rotas, personas con secuelas tanto físicas como psicológicas… pero no se debe olvidar a los trabajadores que se encontraban allí y que lo vivieron en primera persona. Para ellos es un doble esfuerzo acudir a su puesto de trabajo por la carga moral que esto les supone.
Interior de la Estación de Atocha

Cientos de empleados se siguen enfrentando a la dura realidad y aún algunos viven con el miedo de que pueda volver a ocurrir algo parecido. Sin embargo, no tienen la opción de no volver al lugar de los hechos, su centro de trabajo.

La estación de Atocha fue uno de los principales escenarios de este atentado y aunque hayan pasado siete años los empleados siguen emocionándose al recordarlo.



Al ser uno de los responsables, Miguel, jefe de supervisores de la estación, se encontraba allí en el momento de la explosión. Entre lágrimas relata el que fue uno de los peores días de su vida. “Yo acababa de llegar a trabajar y de repente oí un petardazo. Salí de mi oficina y vi mucha gente corriendo hacia la calle”.

El personal que se encontraba allí ese día no imaginaba que el accidente fuese de tal magnitud. Miguel, al ser uno de los responsables de la estación, fue a ver lo que estaba ocurriendo.   “En el momento en el que bajé a las vías me di cuenta de que no había sido un accidente, si no una explosión. Los heridos que podían andar empezaron a salir del tren y  realmente fue cuando empecé a sentir miedo”.

Los servicios de emergencia acudieron rápidamente y procedieron a evacuar la estación. Hasta las cinco de la tarde ningún empleado pudo acceder al interior, y no todos, ya que solo se permitía el paso a los cargos superiores.                                                                     
María, dependienta de una de las tiendas ubicadas en la estación, se enteró del atentado a través de los medios de comunicación. “Intenté llegar a Atocha para abrir la tienda, porque no me imaginaba que hubiese pasado algo tan grave, y fue imposible. Yo vivo en Mostotes y todas las líneas de tren estaban cortadas”.

Vías de la Estación de Atocha

Los minutos siguientes al atentado se hicieron eternos. Los trabajadores que habían sido evacuados esperaban alguna noticia en las inmediaciones de la estación, aunque muchos otros se fueron por miedo a que explotase otra bomba. Josefa trabaja en los servicios de limpieza de la estación de Atocha y también se encontraba allí el día 11 de marzo. “Llevábamos un rato fuera cuando los servicios sanitarios empezaron a salir con camillas. Nos quedamos blancos cuando empezamos a ver a gente tullida y llena de sangre. Me fui a casa destrozada cuando vi que sacaban bolsas llenas de algo que no parecían ser escombros”.

En la estación de Atocha reinaba el caos. Medios de comunicación, familiares y miles de personas fueron hasta allí y se instaló un hospital de campaña para atender rápidamente a los heridos graves. Fue un día largo para todos y que siete años después sigue siendo duro de recordar.

Los trenes empezaron a funcionar al día siguiente pero la afluencia de gente era muy escasa. Ramón, uno de los revisores que trabaja en Atocha, asegura que la situación no se normalizó hasta dos meses después. “El 12 de marzo a mi me tocaba trabajar. Era viernes y hora punta pero la estación estaba desierta, como un domingo por la mañana. La poca gente que había estaba cabizbaja y nadie hablaba con nadie. La tristeza estaba en el ambiente.”


Estación de Atocha y monumento en recuerdo a las víctimas
En los meses sucesivos se construyó un monumento conmemorativo a las víctimas del 11 de marzo con el que no está de acuerdo todo el personal de la estación. “Pasar todos los días ante algo que te recuerde semejante tragedia es muy duro. Preferiría que se hubiese puesto en otro lugar, pero la última palabra la tienen los familiares de las víctimas, lógicamente”, declara Miguel, jefe de supervisores. Por otro lado, Belén, encargada del monumento, cuenta que hay más de 1.000 visitas diarias y que en el último aniversario casi 4.000 personas pasaron por allí.

Las secuelas psicológicas de los trabajadores hicieron que muchos tuvieran que pedir la baja durante unos meses y otros incluso el traslado de estación. La mayoría de empleados que hoy en día siguen trabajando en Atocha vivieron el atentado y aseguran que es imposible olvidarlo.


Ana Pantoja
Lorena Ramos
Marta de la Morena





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