viernes, 25 de marzo de 2011

Historia de una emergencia

 

“Éramos muchísimos, el personal médico vino incluso de su casa sin tener que trabajar, montones de voluntarios, y todos los que nos quedamos pasado nuestro turno, hasta que nos dijeron que nos fuéramos, que ya no podíamos hacer nada más”. Begoña es enfermera desde hace 12 años. Estuvo trabajando en el Hospital Universitario Gregorio Marañón durante 4 años en el área de urgencias. Ella estaba el 11 de marzo en su turno de mañana, cuando el caos y el terror se hacían dueños de los madrileños. Esther, fue víctima del atentado, y también nos cuenta cómo lo vivió y cómo es su presente.

El día 11 de marzo  de 2004 marcó un antes y un después en España, especialmente en Madrid. Los atentados islamistas ocurridos en los trenes de cercanías a hora punta, provocaron el fallecimiento de 191 personas y un total de 1858 heridos. Aunque las heridas físicas han ido curándose poco a poco, las heridas del corazón tardan siglos en cerrarse.

Todos pudimos ver en los medios de comunicación, imágenes dantescas sobre lo ocurrido. Vídeos, fotografías y escalofriantes testimonios de los hechos, que nos hacían ver, desde nuestras casas, el horror que estaban viviendo miles de personas en Madrid. Pero, ¿qué ocurría en los hospitales? Begoña, enfermera, nos cuenta, en primer plano, todo lo que ella vivió aquel fatídico día:

Yo me encontraba en el área 11, que es el paso previo del paciente de urgencia a la asignación de la cama en la planta del hospital. Acababa casi de llegar, estaba atendiendo a seis o siete pacientes, cuando de pronto llegaron las supervisoras de la unidad de urgencias y me dijeron que me olvidara de todos mis pacientes, que había ocurrido algo grave y que nos iban a traer muchos pacientes, pero aún no sabíamos nada…” Poco a poco la información fue llegando, y desde el lugar de los hechos y las ambulancias, mandaban información de los heridos a los hospitales, donde esperaban su llegada “la sala de urgencias quedó completamente vacía, llegaron médicos  incluso de la parte infantil para ayudarnos. Venían graves… Muchos llegaban en los mismos bancos del cercanías… Algo que me sorprendió mucho es que venían tan anestesiados por el shock psicológico que traían, que no sentían el dolor físico, no necesitaban anestesia para ponerle la medicación o la vía. Hicieras lo que le hicieras, venían en tal shock psicológico que no sentían mucho, era una mezcla entre el dolor emocional y el dolor físico que traían

Begoña, enfermera desde hace 12 años
Foto: Beatriz Artigas
Es difícil coordinar una emergencia de tal magnitud, cuando nunca antes se ha vivido”, destaca Begoña.  Los hospitales estaban desbordados de heridos y familiares, que acudían desesperados en busca de sus seres queridos. Poca información de su estado, de los fallecidos, y el horror de lo que estaba ocurriendo, hacían el trabajo del personal médico, aún más difícil. Alberto Tato, psiquiatra en el Hospital 12 de Octubre, señala que el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, fue el primero en intervenir: “cuenta con un grupo de Trabajo de Psicología de Urgencia, Emergencia y Catástrofes, y no sólo los heridos y los familiares afectados  necesitaron la asistencia psicológica como consecuencia de estos atentados. También se atendieron a los vecinos de los lugares donde se produjeron los atentados, alumnos de colegios cercanos... Así como a todos los que  intervinieron como policías, bomberos, médicos, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales, voluntarios, periodistas… en estos casos tan dramáticos, se produce un shock traumático general, se pierde  la racionalidad, desencadena en todo tipo de reacciones, incluso violentas, el trauma y el caos se apoderan de las personas

A pesar de todo esto, Begoña asegura que la organización de los hospitales, y en especial del Hospital Gregorio Marañón, que atendió a unas 300 personas, “fue muy buena, a pesar de que es algo que no te puedes imaginar, había mucho lío, se gestionó fenomenal, y gracias a eso funcionó […] la mayoría venían con el mismo patrón, antes de que llegaran ya teníamos preparadas las jeringas con la medicación, para que según vinieran se les atendiera. No había jerarquía, un médico subía camillas, como ponía vías… todos hacíamos de todo, cada uno con sus funciones claro, pero todos a una
 Los siguientes dos días la sala de urgencias estuvo vacía, como nunca, eso fue algo muy curioso. Las curas fueron complicadas, pero estuvieron muy pendientes de ellos. Recibieron la visita de diversas personalidades, y estuvieron muy apoyados. Recuerdo que habían unas chicas jovencitas que lo pasaron muy mal, una había perdido una oreja, y la otra un ojo… Era complicado, la atención psicológica se tuvo muy en cuenta” Explicaba Begoña

A pesar de haber sido un momento terrible, y, cuanto menos, dramático, todas aquellas personas que colaboraron de forma desinteresada, según fuentes oficiales más de 70.000, coinciden en que la experiencia fue muy gratificante para su persona, e incluso se les hizo un reconocimiento a su labor y ayuda en aquellos fatídicos momentos “todo se puede mejorar, pero realmente creo que se hizo muy bien, tanto el haber estado allí, cómo lo hizo el resto del equipo, el altruismo, y la generosidad tan grande… esto demostró que estamos muy preparados para desgracias tan graves como la que sufrimos” Begoña concluía “para mí fue un día muy especial, muy duro, pero aprendí un montón porque una ocasión así para aprender no se tiene todos los días, por un lado menos mal, pero por otro lado es una experiencia profesional impresionante

La otra cara: víctima de un atentado

Como cada mañana me desperté y me dirigí un poco somnolienta a coger los servicios de cercanías.” Esther fue una de las cientos de víctimas del atentado del 11 de Marzo. Tiene 34 años, y dos hijos. “Antes disfrutaba con mi trabajo llegando a casa a la hora de la comida. De la educación de mis hijos, de la que me he ocupado desde siempre. Además mis familiares más cercanos notaron un cambio notable en mi forma de ser y comportarme desde el atentado. Todo esto me produce dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, la necesidad de estar más tiempo fuera de mi casa para evitar discusiones…” Han pasado ya siete años del terrorífico atentado terrorista que tuvo que sufrir Esther Sáez y aun no puede evitar sobrecogerse al revivir ese recuerdo. En el andén de la estación donde se apeaba a la espera de su tren, Esther relata cómo decidió apresurarse y coger el tren de las 7.08 de aquel 11 de marzo de 2004 para no llegar tarde a una conferencia que tenía aquel día. Además quería leer, ya que le faltaba un fragmento para terminar de documentarse sobre el acto al que acudía. Esther quedó gravemente herida ya que viajaba en el vagón en el cual estalló una de las bombas. El joven que viajaba a su lado murió en el mismo instante en que explosionó el vagón del tren.
Foto : eslatele.com
“He superado una etapa difícil. He tenido muchas dificultades pero gracias al sistema de apoyo social y psicológico que recibí durante ocho meses y medio, hoy hago una vida normal” confiesa Esther, emocionada. Todos sabemos el duro trance que han sufrido las víctimas y familiares del atentado. Pero, para el personal médico y psicológico, éste ha sido, seguramente, uno de los papeles más difíciles de su vida “Presento un Trastorno de estrés postraumático y secuelas físicas irreversibles que han sido difíciles de aceptar por todos los miembros de mi familia y que han  derivado en numerosas dificultades en la adaptación a mi nueva situación. Realmente el hospital 12 de octubre me ha ayudado de forma brillante tanto en las  consecuencias psicopatológicas como físicas  que padecía. Me alegro de haberme puesto en sus manos. Las técnicas a las que me he sometido me han ayudado a reducir la ansiedad, modificar los pensamientos negativos y la readaptación a mi vida normal. También estuve en un plan de ayuda a la Formación y Reinserción Socio-laboral de ofrecido a todas las víctimas y familiares del 11-M, ofrecido por la Asociación de Víctimas del Terrorismo

El trastorno de estrés post- traumático es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo, a un grado tal, que las defensas mentales de la persona no pueden asimilarlo. Algunos de los efectos más comunes son altos niveles de ansiedad, pensamientos intrusivos y recurrentes acerca del atentado, temor a exponerse a situaciones que recuerden lo acontecido en aquellos días, evitación de la utilización de los transportes públicos, sentimientos de indefensión y estado de ánimo deprimido, por citar algunos”  Nos explica Alberto.

Alberto detallaba que se asistió psicológicamente a más de 5000 personas directamente, y a más de 13.000 telefónicamente.  Y que, después de los años que han pasado, aún hay muchas personas que siguen recibiendo apoyo psicológico, y más del 50% de los afectados, sigue padeciendo secuelas psicológicas importantes.  Todo su mundo cognitivo y emocional se ha transformado, y en muchos casos, como personas que han estado en coma o han perdido un miembro, su mundo conductual también ha cambiado. Hay personas que ni siquiera saben hablar, que están aprendiendo ahora, no pueden comer solos, no se reconocen ante el espejo...“
¿Cómo podemos ayudarles? “En mi opinión lo básico es que comprendan que a todos nos pasan eventos en la vida que no podemos manejar, pero lo que sí podemos manejar es aprender a vivir con ellos. Aprender a vivir sin ese miembro que nos falta porque hay recursos, aprender a vivir sin ese ser querido que nos falta... Y que la vida continúa, que nos pueden robar muchas cosas, pero no el derecho a reír, el derecho a soñar, el derecho a la visión de futuro...” Concluye Alberto.


Foto: elpais.com

Historias parecidas pueden contarse por montones, ese día marcó las vidas de cientos de personas en tan solo unos minutos, y aunque ya han pasado algunos años desde el atentado, las consecuencias siguen vivas y todavía no sanan. El camino ha sido difícil, pero gracias al trabajo de todos los implicados, enfermeras, psícologos, voluntarios, etc, las heridas se encuentran a unos pasos de sanar.




Beatriz Artigas

Mario Carranza

Estefanía Caro

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