viernes, 25 de marzo de 2011

"Un tipo normal, incluso apuesto"


El presunto cerebro de los terroristas era conocido por la colonia tunecina de Madrid y acudía a fiestas de la Embajada


Fuenlabrada, 11 de marzo de 2011. La Redacción.-  Un grito resonaba tajante en las calles de Madrid aquella tarde lluviosa y triste del 12 de marzo de 2004: “¿Quién ha sido?” Cientos de miles de personas se habían concentrado en el Paseo de la Castellana en repulsa a los atentados del día anterior con el lema “Con las víctimas, con la Constitución, para la derrota del terrorismo”. Ese 11 de marzo, las bombas habían hecho estallar cuatro trenes en estaciones de Cercanías de la capital entre las 7:39 y las 7:42 horas. Ocultas en simples mochilas de las utilizadas por estudiantes o por trabajadores, causaron la muerte a 192 personas y casi 2000 heridos, en el peor ataque terrorista ocurrido en Europa. Y la gente quería saber: “¿Quién ha sido?”

Monumento homenaje  a las víctimas del 11-M
 N.M.H. (Soria, 1959) estaba casada y tenía una hija de cuatro años. No sabía entonces lo que supo algunas semanas después. El día antes, como muchos otros, había sentido en su corazón la punzada de la preocupación, la angustia y la incertidumbre. Llamó a su hermano que trabajaba en Tres Cantos y usaba el tren de Cercanías a menudo. Afortunadamente, ese día, no.

Muchas otras personas se sintieron como ella, vacías por dentro, incapaces de comprender tanta muerte y desolación. En las calles de las ciudades y de los pueblos de España quedó un rastro de silencio y de dolor. Durante los días siguientes, los acontecimientos se precipitaron y cambiaron muchas cosas. El Gobierno de José María Aznar, a pesar de sus iniciales reticencias, admitió que la autoría no había sido de ETA. El atentado fue cometido por islamistas radicales. Las elecciones del domingo 14 de marzo castigaron al PP y dieron el triunfo al PSOE.

Unas semanas después, el 3 de abril de 2004, siete terroristas islamistas se inmolaron en un piso de Leganés. Habían perpetrado los atentados del 11-M. Uno de ellos era Serhane Ben Abdelmajid Fakhet, alias “el Tunecino”.

Cuando apareció la fotografía de Serhane en el telediario, a N.M.H. le dio un vuelco el corazón. Hoy lo recuerda así: “Cuando me enteré de que habían sido terroristas árabes mi indignación y preocupación fue más grande ya que mi marido es tunecino. Siempre piensas en la reacción de rechazo de la gente hacia los árabes. Lógicamente, esto a mi marido le afectó mucho y, además, entre los terroristas había un tunecino que él conocía”.


Se trataba de Serhane Ben Abdelmajid Fakhet, presunto cerebro, dirigente y coordinador de los terroristas, que había participado en el alquiler de una casa en Morata de Tajuña (Madrid), donde se prepararon los explosivos. Ella también lo conoció: “Yo solamente coincidí con este asesino en una ocasión, en un concierto de música organizado por la Embajada de Túnez en el Auditorio de Madrid. Era un tipo normal, incluso apuesto. Tomamos una copa y él estaba en el grupo, él estaba allí. La colonia tunecina en Madrid es muy pequeña, casi todos se conocen y es muy fácil coincidir en actos de la Embajada”.

N.M.H. continuó con su vida. Poco a poco, todo fue volviendo a su cauce. A su marido nadie le molestó, aunque recuerda que “hubo mucho control policial y nuestros amigos tunecinos decían que todos habíamos sido investigados por la policía”. También asegura: “mi marido se sentía fatal y tuvimos cierto miedo a la reacción de la gente. Pero, por suerte, no hubo nunca ningún problema”.

Esta sensación de miedo y, según dicen, de vergüenza la sintieron también otras personas, inmigrantes árabes en nuestro país. Mohamed Ekbal (Marruecos, 48 años) vive en España desde hace casi veinte años y lo cuenta así: “Durante los días siguientes al atentado, la verdad es que me daba vergüenza salir a la calle. Lo estoy recordando y me emociono”. Cree que la sociedad española no les condenó porque “no nos vieron diferente. Nos trataron igual que antes”. Él también se sintió una víctima más y, cuando le recuerdan que había marroquíes entre los asesinos, dice: “el terrorismo no tiene nacionalidad”.

Nawal Saaber (Marruecos, 28 años), coincide casi punto por punto: “Fue un día horrible. Veía las noticias y no me lo creía. Cuando me dijeron que había sido Al-Qaeda, me sentí avergonzada. Mi vida no ha cambiado en nada desde entonces, la gente siempre se ha portado bien conmigo, quizás porque, como no llevo velo, no parezco marroquí”.

No sólo ellos lo ven así. Los testimonios de muchos españoles van en la misma línea: hubo mucho dolor y una profunda indignación, pero en general no se culpabilizó a nadie simplemente por su origen árabe. Así lo asegura José Antonio Fernández (Madrid, 35 años), policía de profesión: “la población española respondió bastante bien. Supo separar a los extremistas y terroristas islamistas de los ciudadanos de origen árabe”.


Otros tienen una percepción diferente de aquellos días. Antonio Péramo (San Clemente, Cuenca, 58 años), abogado, asegura que “una acción terrorista puede ser a veces la respuesta de un loco a la tragedia que la vida le obliga a vivir cada día” y que “la desgracia del 11-M se ha utilizado últimamente con demasiados fines políticos”. Mercedes García (Villanueva de la Serena, Badajoz, 56 años) lo dice más sencillo: “Se me quitó un peso de encima al saber que  no 
había sido ETA. No sé por qué”.

Siete años después pocos recuerdan o saben que Serhane Ben Abdelmajid Fakhet llamó a su esposa antes de suicidarse, para despedirse de ella y que fue ésta quien advirtió a la policía. Pocos recuerdan que Serhane, “el Tunecino”, contactó con el marroquí Jamal Ahmidan, y que se suicidaron en un piso de Leganés junto a los también marroquíes Abdennabi Kounjaa, Asri Rifaat, Mohamed y Rachid Oulad Akcha y con el argelino Allekema Lamari. El dolor que causaron fue enorme, pero casi nadie recuerda ya que alguno de los cadáveres y restos humanos de estos asesinos suicidas ni siquiera fueron reclamados por sus familiares.

N.M.H. también vio pasar el tiempo. Ella sigue en el mismo puesto de trabajo pero su marido está en el paro. Cuando pueden, siguen juntándose con algunos compatriotas para jugar al fútbol con el equipo de la Embajada. El marido de N.M.H. viajó a Túnez cuando estallaron las revueltas. Está contento, pero pronto volverá porque su casa está en España, con su familia. Su hija creció y es ya una adolescente que camina indecisa entre dos patrias. De vez en cuando, se hace preguntas sobre su identidad que no son fáciles de contestar porque los hijos de parejas mixtas tienen dos pasaportes. En Túnez se les considera tunecinos y en España, españoles.

Aquel grito, “¿Quién ha sido?” que resonó tajante en las calles de Madrid durante la tarde lluviosa y triste del 12 de marzo de 2004 tuvo respuesta para N.M.H. El pulso se le aceleró viendo aquél telediario. Ella conocía al “cerebro” de los asesinos. Aún hoy, algunas veces, cuando lo recuerda, le da un vuelco el corazón. Un día coincidieron en un concierto y él estaba allí, con ellos, tomando una copa. Ya nunca podrá olvidar su cara.


Ángel Villacañas Sanz 
Cristián González Hoyo
Jesús Díaz Cruzado
Rubén Gallardo Parrón

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